Hay una sola forma de explicar qué es la conciencia de la manera más concreta y directa: “La conciencia es la voz interior que nos guía por el camino de la sabiduría“; entendiendo la sabiduría como la capacidad de tomar siempre la vía más justa, acertada, equilibrada, sensata y benéfica en cada una de las situaciones que se nos presentan.
Del mismo modo, entre todas las posibles definiciones de Dios, hay una sola que lo describe de la manera más exacta y verdadera: “Dios es la voz de nuestra conciencia que proviene de la infinita perfección de la vida.”
Sin importar las teorías, la conciencia se define a sí misma con una simpleza abrumadora; cada persona se siente cómoda o no con cada pensamiento, sentimiento o acción. No importa cuántos argumentos y páginas justifiquen algo con lo que nuestra más profunda convicción está en desacuerdo, porque eso siempre estará, per se, en contra de nosotros mismos, de nuestra felicidad y de la perfección de la vida.
Todo está a la vista. Nosotros elegimos ver lo que queremos ver, pero no estamos indefensos ante los engaños y las manipulaciones externas. Sabemos claramente cuáles son nuestros errores como individuos, como sociedad y como humanidad, pero no estamos dispuestos a elegir nuestra libertad por encima del espejismo de lo material. Tampoco estamos dispuestos a reconocer que el afán por seguir nuestros caprichos haciendo caso omiso de la sabiduría, es la piedra con la que tropezamos una y otra vez, una generación tras otra, en una infinita secuencia que nunca termina, obteniendo resultados cada vez más desastrosos y dolorosos.
Toda nuestra existencia gira en torno a una constante elección. Si alguien nos maltrata tenemos dos caminos: Ser tolerantes comprendiendo que nuestro valor ante nosotros mismos no cambia según lo que otros dicen o piensan, o lo de siempre; en vez de reconocer nuestras fallas y trabajar para empezar a ser profundamente genuinos y auténticos, entramos en una guerra en la que todos salimos perdiendo. Cegados por el autoengaño, luchamos unos contra otros en defensa de un montón de falsas apariencias.
Generalmente elegimos en función de lo material, ponemos la ira, el orgullo y los impulsos por encima de la sensatez. Ponemos el beneficio personal por encima del beneficio colectivo y toda nuestra realidad gira en torno al espejismo de lo que poseemos y del grado educativo alcanzado, sin saber que la sabiduría y el conocimiento formal son dos cosas muy distintas; se puede ser analfabeta y sabio, del mismo modo en que un gran erudito puede no tener ni una pizca de sabiduría.
El tema de la conciencia es amplio y profundo. Todos nuestros conocimientos formales provienen de ella, de esa ”intuición” que nos ha llevado a investigar y a desarrollar todo lo que sabemos actualmente. Esta es una invitación a unirse a este camino en el que cada uno de nosotros es alumno de lo que la conciencia dicta. Están invitados igualmente a indagar y a trazar su propio recorrido bajo esa inigualable e inconfundible Guía.
Maklau.
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