Ella es la persona que comprendió por primera vez este conocimiento y quien ha transmitido fielmente, desde 1980, este mensaje de Libertad que nos permite eliminar los grilletes que han atado nuestra espiritualidad, invitándonos a conocer a Dios directamente a través de la Conciencia, para convertirlo en nuestro amigo y maestro interior; en la única guía verdaderamente confiable, abierta e independiente, que está disponible para todos los seres humanos por igual, sin ninguna distinción ni restricción.
Hija de Carmen Emilia Castaño y Juan Bautista Ramos, nació en Zarzal, Valle del Cauca (Colombia) el 31 de diciembre de 1940 y se trasladó desde muy joven al departamento del Tolima, donde la conocí en la década de los 90. Su nombre es Dufay Castaño, quien desde entonces más que mi amiga ha sido mi maestra; una persona de gran importancia para mí porque ha estado cerca siempre (aún en la distancia), en los buenos y en los malos momentos, invitándome a seguir la guía de la conciencia. Ha sido un gran ejemplo durante muchos años y es la persona que más admiro, estimo y aprecio.
Con su sonrisa imborrable y su forma de actuar comprensiva, humilde y benévola, la he visto superar cientos de dificultades que harían llorar al más valiente, sin perder la serenidad, la paz y la Sabiduría que la caracterizan. Desde que la conozco ha estado siempre dispuesta ayudar a la gente de muchas maneras, siendo fiel a sus convicciones y a lo que le ha pedido a Dios desde que era una niña: “Un don para sanar el dolor de la humanidad”.
Una de sus mejores cualidades ha sido su deseo constante de ayudar a quién lo necesita de manera incondicional y sin esperar nada a cambio. Su vida entera la ha dedicado a brindar un consejo, una luz, una orientación o un alivio a las personas que la rodean, ante cualquier dolor que tengan. Quienes la conocemos sabemos que no hay ni habrá poder humano que la haga recibir un sólo centavo o algo, a cambio de todo lo que nos enseña, porque su interés en ayudar a los demás es genuino.
Ella nos ha brindado generosamente este conocimiento invaluable sin esperar ninguna recompensa; al contrario, con sus propios recursos ha aliviado en un sinnúmero de ocasiones las penas de alguien, cuando ha sido necesario, apoyándole de esa manera en todo lo que ha estado a su alcance. Su vida ha sido un ejemplo constante de superación, de un gran amor por la humanidad y de todo lo que nosotros podríamos ser si nos animamos a convivir con Dios, a respetarlo, a ser leales a su verdad contra viento y marea. El secreto está en permitir que sea Él quien nos guíe en todo momento, viviendo con sencillez y naturalidad, sin ninguna mística, tal y como lo hace ella.
Su misión ha sido la de enseñarnos con su humildad y lealtad a toda prueba, que Dios está mucho más cerca de lo que todos creemos; por lo cual no necesitamos a nadie más para crecer, obtener el verdadero conocimiento y superarnos espiritualmente. Nos ha enseñado que Él está en nuestra propia conciencia y nos ha hablado a través de ella para recordarnos que está ahí y lo podemos escuchar en cualquier momento. Este mensaje es la llave que abre la puerta a una nueva época para la humanidad, en que la Sabiduría dejará de ser buscada en lo externo y empezará a nacer interiormente en cada individuo, convirtiéndonos en una nueva generación de seres humanos independientes espiritualmente, autosuficientes y Sabios para actuar.
Nunca conocí a otra persona con tanto respeto, amor, humildad y lealtad a Dios; a quién entrega todos sus dolores y angustias, así como su vida, sus actos y sus palabras para que sea Él quien la dirija; enseñándonos que así, de esa misma forma, es como debemos aprender a vivir nosotros.
Por su honestidad, nobleza y sencillez es una persona que ha pasado totalmente desapercibida durante todos estos años; sin embargo, el enorme afecto y agradecimiento que le tenemos todas las personas que hemos recibido su ayuda en algún momento, y el conocimiento que ella ha compartido anónimamente con tanta generosidad, dará sus frutos en las generaciones que recibirán este mensaje como un legado invaluable, que contiene la base fundamental que deben aplicar quienes deseen forjar una vida plena y sabia en todos los sentidos.
Maklau.
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